No es oro todo lo que reluce

Los vehículos eléctricos actualmente representan aproximadamente el 0,2% de los vehículos en las carreteras de Reino Unido, pero se espera que su uso crezca hasta aproximadamente 1,6 millones de vehículos o el 5% de los vehículos matriculados para 2020. Esto está motivado por el hecho de que comprarlos está fomentado a través de un régimen fiscal para vehículos favorable y a subvenciones gubernamentales y los planificadores promueven la instalación de infraestructuras para apoyar a los vehículos eléctricos en los centros urbanos. Como respuesta a la necesidad de reducir las emisiones de carbono del transporte, desde 2001 el gobierno británico ha establecido unas tasas fiscales a los vehículos en base a las emisiones de CO2. Esto ha sido un factor que ha contribuido a la aceptación de los vehículos diésel, que generalmente emiten menos CO2 que los equivalentes de gasolina. Sin embargo, recientemente los efectos negativos de los motores diésel han salido a la luz a medida que crece la base empírica de los efectos de la exposición a los materiales particulados y los óxidos del nitrógeno. Para las matrículas de coches nuevos a partir de 2017 en adelante, solo los vehículos eléctricos quedarán libres del impuesto. Los modelos con emisiones de CO2 bajas o inexistentes podrán seguir recibiendo el 100% de descuento en el recargo por congestión de Londres.

Hay muchos beneficios potenciales de los vehículos eléctricos, desde unas emisiones globales de CO2 más bajas y una dependencia reducida del petróleo, hasta una mejor calidad del aire local en pueblos y ciudades. Aunque en el presente solo aproximadamente el 25% de la electricidad proviene de fuentes renovables (el resto proviene del gas (30%), el carbón (23%) y la energía nuclear (21%), se estima que las emisiones totales de CO2 por kilómetro de los vehículos eléctricos sigue siendo más baja que el total de la gasolina o el diésel, incluyendo las emisiones asociadas a la producción y el transporte del petróleo.

Aunque los beneficios de los vehículos eléctricos son considerables, su aceptación debe estimularse de forma equilibrada, aprendiendo de las lecciones del gran crecimiento del número de vehículos diésel y las consecuencias imprevistas para la calidad del aire local. Las consideraciones de los vehículos eléctricos incluyen:

Vehículos pesados: los vehículos eléctricos pesan aproximadamente un 30% más que sus equivalentes de gasolina. Más peso implica más desgaste y deterioro de las infraestructuras, pone más energía en las colisiones e inevitablemente requiere que se invierta más energía transportando las mismas baterías.

Kilómetros recorridos con el vehículo: una investigación en Noruega mostró que el número de kilómetros recorridos con el vehículo de los particulares aumentaba una vez adquirían un vehículo eléctrico, posiblemente en respuesta a los sentimientos de virtud de viajar con un modo de transporte con reputación de ser ‘verde’. Aunque esta tendencia podría ser un rasgo de los usuarios pioneros, se debería tener en cuenta, en especial en el contexto de otras políticas de transporte y salud que promueven estilos de vida más activos.

Precio de compra: actualmente los vehículos eléctricos cuestan sustancialmente más que los equivalentes convencionales y para aprovechar plenamente el beneficio económico se deben conducir mucho.

Impacto medioambiental: hay buena disponibilidad de los minerales necesarios para producir las baterías tienen y el reciclado de baterías reduce la demanda de materiales nuevos. Sin embargo, la extracción de nuevos materiales, en especial durante la fase de crecimiento elevado de los vehículos eléctricos, seguirá teniendo un impacto, representando un ejemplo del daño medioambiental y el uso energético asociados a la actividad minera.

No pretendemos defender los vehículos de gasolina o diésel convencionales. Cambiar a los vehículos eléctricos, en especial para el transporte comercial y de pasajeros, tiene el potencial de transformar la calidad del aire local en pueblos y ciudades y a medida que se produzca más energía a partir de fuentes renovables, las emisiones totales se reducirán. A medida que las tecnologías vehiculares mejoran, los precios de venta deberían bajar y las características como el alcance deberían aumentar, haciendo que los vehículos eléctricos sean más accesibles y viables para más usuarios.

Las implicaciones de la amplia adopción de vehículos eléctricos se deben considerar detenidamente y, en concreto, en la política de transporte y la planificación locales debe mantenerse el enfoque en fomentar los trayectos a pie y en bicicleta en las ciudades y pueblos y para trayectos cortos.

Los viajes en bicicleta o a pie tienen un efecto insignificante en la congestión del tráfico y la calidad del aire, y aportan beneficios relacionados con la actividad física. Debemos pensar en cómo nuestras ciudades y pueblos podrían, y deberían, evolucionar durante los próximos 10 años. Mirando el caso del diésel, deberíamos preguntarnos si favorecer un tipo de combustible es realmente la mejor estrategia. Existe el riesgo de que simplemente cambiemos las externalidades negativas. ¿Vale la pena perseguir otras medidas que faciliten el uso del automóvil independientemente del tipo de vehículo, especialmente en las ciudades?

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